martes, 8 de noviembre de 2011

ALTERA EL PRODUCTO….

El orden de los consensos

Por Enrique Masllorens, periodista y dirigente peronista

(Nota publicada en ‘Tiempo Argentino’ el 08.11.2011)

Con la sola excepción de la titular de la Coalición Cívica y su poco significativo grupo de seguidores y legisladores, el resto de la oposición política y mediática sigue con sus consabidos reclamos de establecer consensos por el bien de la democracia. El caso de Elisa Carrió es patéticamente distinto. Se ha proclamado junto a sus feligreses como líder de la “resistencia al régimen”. Es tal el despropósito que uno no sabe si se refiere al gobierno elegido democráticamente y en libertad absoluta, o si está imaginando a una improbable asociación maléfica que la persigue y que podría estar comandada por los doctores Cormillot y Ravena. No es serio. Silencio de radio. Corto y fuera.
El primer dilema que se presenta es el de la definición de “oposición” política, dado que los sectores de poder concentrado siguen intentando instalarla como unívoca y en realidad no lo es. Los desesperados y vanos intentos de Mariano Grondona, de reunir un hipotético frente común antikirchnerista, al viejo estilo de los comandos civiles contra la “segunda tiranía”, son penosos. Todo el Grupo Clarín-Magnetto sigue buscando un imposible. Tan es así que no sólo hay oposiciones variopintas, las hay hasta dentro de los propios partidos –por caso, la UCR– donde han aparecido voces (Leopoldo Moreau, Nito Artaza) y sectores que además de cuestionar las alianzas cometidas, avanzan con sus críticas a las conductas legislativas del centenario partido en temas doctrinarios, como por ejemplo la estatización de las AFJP y la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, a las que se opusieron contrariando su tradición ideológica. O en el amontonamiento de Hermes Binner, donde quien fuera candidata a vicepresidenta, la ex periodista Norma Morandini, ha votado sistemáticamente con posturas lejanas a la tradición de los socialistas testimoniales que integran el FAP. También el peronismo (?) opositor se desgrana progresivamente, quedando sus referentes al borde de constituirse y reciclarse en el viejo Partido Conservador, oligárquico y paternalista. Entonces, la disyuntiva es con quién o quiénes consensuar. O cuáles son los temas de la agenda y quién los fija.
Repasemos algunos mitos y antecedentes. Hay una fábula que sobrevuela el imaginario inducido por los intereses corporativos: los Pactos de la Moncloa, como un camino a seguir. Esa experiencia española de 1977 fue el resultado de la profunda crisis política y económica de la salida de la dictadura cívico-militar-clerical del autócrata Francisco Franco y la condicionada transición a la democracia. Se pusieron de acuerdo en algunos temas económicos y en convalidar la monarquía, pero la derecha no firmó ninguna propuesta vinculada a las libertades públicas. Con la realidad de la Argentina de hoy no existe ningún paralelismo.
Mientras el poder económico y financiero intenta un feroz ataque contra la Nación con una campaña para dolarizar la economía y crear pánico, algunos sectores de la política que sufrieron una contundente y abrumadora derrota electoral callan y hasta hay quienes alientan esta maniobra dolosa contra el pueblo. Este grupo de tareas de la antipatria incita a la gente de a pie a comprar dólares –que como dice el ex director del Banco Central, Arnaldo Bocco “no es una moneda, es un commodity que emite un país imperial sin ningún respaldo” y a su antojo y conveniencia–.
Veamos ahora cuáles fueron las conductas de muchos de los que exigen consensos y se rasgan las vestiduras por la falta de un pretendido “equilibrio” que consideran indispensable para la República, cuando circunstancialmente obtuvieron un número importante de legisladores en el Congreso de la Nación, en las elecciones de medio tiempo de 2009.
En una nota del diario Los Andes de Mendoza, del Grupo Clarín, de septiembre de 2009, se reproduce una columna de una periodista de La Nación titulada “En busca de un Pacto de la Moncloa criollo”. En una pormenorizada crónica se relatan las tratativas, “roscas” y conspiraciones para dejar al oficialismo en un estado prácticamente de rendición y humillación. Luego se vería plasmada esta actitud en la conformación del autodenominado Grupo A del Congreso y su brutal despojo del manejo de comisiones parlamentarias que hacen a la gobernabilidad. Con una furia y revanchismo tal que hasta quedó patentizado con el sonoro cachetazo de la diputada Graciela Camaño de Barrionuevo al diputado Carlos Kunkel. En la nota de referencia, la periodista escribe: “Por ahora, las tratativas no tienen ni miras de incluir al kirchnerismo, aunque Julio Cobos –después de todo vicepresidente de este gobierno– diga que, si quisieran sumarse, los Kirchner deberían tener lugar. En eso Duhalde se muestra más contundente: el matrimonio presidencial, afuera.”
El mundo nos muestra crudamente cómo entiende los consensos el poder económico y financiero: primero los intereses y por último la gente. Alemania y Francia han hecho arrodillar a Grecia luego de que su primer ministro Papandreu osara pretender consultar al pueblo sobre si estaba dispuesto a hundirse en el mar del ajuste sin fin. “El pueblo no sabe nada”, habrán dicho los zares de lo que Cristina Fernández llama el anarco-capitalismo. Y a cumplir.
Antes y después de las elecciones –y con el respaldo de esa abrumadora mayoría conseguida democráticamente–, la presidenta llamó a la unión de todos los argentinos, a incluir a todos los sectores de la política en la construcción de un país cada vez mejor, más equitativo y justo. Nos conminó a no ser “pequeños” denostando a los adversarios, a pensar y actuar en grande.
Debe quedar claro que el compromiso mayor, el consenso, el consentimiento del gobierno, debe respetar la decisión libre y soberana del Pueblo que quiere seguir con el modelo nacional, popular y transformador que se inició en mayo de 2003 y que además quiere consolidar definitivamente y profundizar el camino emprendido. Es el Pueblo quien marca la agenda. Y ese es el primer consenso.

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